
Mi profesión no es escribir. Pero cuando me piden que escriba un artículo sobre mi trabajo, lo hago sobre mis conocimientos, desde mi saber (que no sabiduría) y para compartir experiencias esperando “ayudar” a aquellos que lo leen. Y eso es lo que voy a intentar hacer en este artículo que me ha pedido la reflexión. Soy madre de una de las niñas que, junto a otros compañeros de colegio, empezó a jugar a los bolos hace ya casi 4 años. Y escribo desde esa perspectiva.
Todos conocemos a alguien que empezó una carrera, o un trabajo, o un hobby o un deporte “gracias” a la intervención de algún profesor; pues éste fue nuestro caso: empezar una de las actividades que Juanjo Luna propuso que, a su vez, nos pareció diferente….y ¡tan diferente!
Cuando traspasas la puerta (que no barrera) entre la actividad “lúdico-cumpleañera” de los bolos y el deporte del bowling, se te abren los ojos (y creo que otros sentidos) a un mundo sorprendente. Si te tomas las cosas con tranquilidad y paciencia (aunque no siempre es fácil), saboreas más todos los avances. Y no son pocos.
Empezar a jugar con las zapatillas y con las bolas de la bolera, comprar la primera bola y las primeras zapatillas cuando parece que la afición de tu hija no es pasajera, pedirle a los Reyes un carro de bolas (de dos, porque piensas que en breve habrá una segunda bola de más peso), pedir dinero a los familiares en vez de regalos porque la segunda bola ya está al caer, reservar los jueves para jugar y entrenar con los compañeros, reservar algún fin de semana para jugar torneos en tu localidad o en alguna otra más o menos cercana…Esos son los avances materiales, pero…¿y los otros avances?....sí, esos que no tienen precio…
Yo no he visto (aunque he de reconocer que mi experiencia no es amplia) deporte individual en el que los jugadores se alegren tanto del triunfo del compañero. Aunque jueguen de forma individual, ilusiona mucho el ver a los niños animarse unos a otros, “chocar las manos” en plenos y semiplenos, aplaudir con una buena jugada, animar al que se le ha ido la bola a la canal o no ha rematado un agujero “de los feos”…Ignoro si esta actitud cambia con la edad o con la trayectoria profesional. Lo que sí sé es que nuestro deber como padres es fomentar el compañerismo de nuestros hijos y educarlos en el respeto y en el desarrollo personal. Que su único rival verdadero sean ellos mismos; que se comparen con ellos mismos meses antes, que se superen a sí mismos en la siguiente jugada, que en la zona de las tablillas de madera su objetivo sean los diez bolos y que en la zona enmoquetada su objetivo sea el resto del equipo.
No quiero alargarme más, aunque al principio ya advertí que escribía sobre mi experiencia…y estoy escribiendo igual que hablo(es decir, mucho). Sólo terminar diciendo que, claro que te alegras cuando tu hijo hace plenos, juega bien y termina haciendo una buena puntuación, pero también te alegras (y mucho) cuando tu hijo está contento, ha disfrutado y es feliz (y eso TODOS sabemos reconocerlo en la cara de nuestros hijos). Gracias a TODOS los que hacéis que mi hija Aurora disfrute con este deporte.
